En la icónica Plaza de la Revolución de Managua, el Presidente de la República de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra, y la Vicepresidenta Rosario Murillo, recibieron las cartas credenciales como dignatarios. Fue un hermoso acto al que asistieron, entre otros amigos, los presidentes de Cuba y Venezuela.
MANAGUA, Nicaragua.- Estaba anocheciendo cuando en la emblemática Plaza de la Revolución de Managua se inició la investidura del Presidente de la República de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra, y la Vicepresidenta Rosario Murillo; acto en presencia este lunes del primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Antes, como para dejar el aire fresco y recién purificado, había caído una fina lluvia sobre el espacio de la Plaza y sobre lugares tan hermosos como la antigua catedral de Managua, por la que subieron, en gesto de alegría, mujeres y hombres de el pueblo durante el triunfo de la revolución sandinista en julio de 1979.
Entre los participantes, donde había muchos jóvenes, predominaron los colores blanco y azul de la enseña nacional de Nicaragua; Hubo flores encendidas, faroles y calderos, pues la ocasión era celebrar, una vez más, el triunfo de un mandato cuyo norte es la dignidad y emancipación del ser humano. Hubo luces, porque en el espacio central de la Plaza están enterrados grandes hombres de la patria de Sandino; y suspendida de un enorme mástil blanco ondeaba la bandera de la nación centroamericana.
Desde el inicio comenzaron las emociones: hubo una ovación de pie cuando llegó el presidente Díaz-Canel, cuando él y Daniel Ortega se besaron. Y la ovación volvió con la llegada de Nicolás Maduro, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, este país que también sabe lo que es luchar y resistir ante los anhelos imperiales.
A la inauguración acudieron amigos de varias latitudes; Lo han hecho desde Nuestra América, desde Asia, Medio Oriente, Europa y Estados Unidos, donde no faltan héroes unidos que han dedicado su vida a las causas humanistas del mundo.
El guión correspondiente a la toma de posesión comenzó a materializarse: el Consejo Supremo Electoral entregó las cartas credenciales correspondientes al presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo; y luego ambos juraron.
Antes de aplaudir a los jóvenes, hablaron del cumplimiento de Dios, de la patria, de los héroes y mártires, del pueblo y las familias de Nicaragua. Y luego vino la imposición de la banda presidencial a los dos dignatarios. Estos momentos fueron la antesala de las palabras compartidas en el lugar por el Comandante Ortega.
El líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) —partido que ganó las elecciones de noviembre pasado con el 75% de los votos— habló del interés de defender una revolución; y se refirió a los pueblos de Cuba y Venezuela, como pueblos dignos, que resisten las brutales sanciones del imperio, porque, como dijo también, los pueblos han perdido el miedo, están luchando y resisten con dignidad.
En otro momento de su intervención, el dirigente sandinista cuestionó cuál es la posición de los derechos humanos en este mundo y exigió “que cese el bloqueo contra la hermana República de Cuba”, así como contra la patria de Simón Bolívar.
Hacia el final de su discurso, Daniel Ortega Saavedra afirmó que “el presidente es el pueblo” y que los líderes del país se comprometen a trabajar para erradicar la pobreza, el hambre y seguir mejorando las condiciones de vida de los nicaragüenses.
Seguiremos, dijo, defendiendo la patria y la soberanía, porque sólo con soberanía y conciencia se pueden lograr grandes victorias.
¡Viva Nicaragua, bendita y siempre libre!, exclamó el dignatario; y el pueblo gritó con él: ¡Sandino vive! ¡Patria libre, o muere!