Carlos Juan Finlay: un hijo pleno de Cuba

La profundidad del espíritu y el espíritu de Carlos Juan Finfay se ve en sus propias preocupaciones individuales.

El 3 de diciembre de 1833, la ciudad de Puerto Príncipe vio el nacimiento de uno de sus hijos más ilustres, Carlos Juan Finlay Barrés. Su padre era Edward Finlay Wilson, un médico británico del condado de Yorkshire, y su madre, de ascendencia francesa, Marie de Barrés, originaria de Trinidad y Tobago. Su línea familiar lo colocó en medio de dos mundos, el Caribe y su cercanía al mar como medio de todas las interacciones de elementos que definen la vida en medio de la isla y Europa, centro hegemónico de la cultura y las artes. .

Finlay nació en el siglo de los grandes descubrimientos del hombre, un siglo marcado por el auge de la ilustración como sistema de pensamiento, las lecturas de Voltaire, Montesquieu, Rousseau y Kant como comprensión de la razón absoluta marcaron una generación heredera de la revolución francesa y los ideales de igualdad y fraternidad entre los hombres. El joven nacido en Puerto Príncipe pasó su infancia entre La Habana y Alquízar, donde se encontraba el cafetal de su padre. En 1844 fue enviado a Francia donde permaneció hasta su regreso a Cuba dos años después debido a la fiebre tifoidea. Sus años de juventud transcurren de la mano de una diversidad cultural que comenzó en la familia y se extendió a un descubrimiento del mundo europeo, que será reemplazado cuando no pudo acceder a los estudios en la Universidad de La Habana y se fue a Filadelfia en Estados Unidos. Estados. United donde estudiará medicina en el Jefferson Medical College, obteniendo su doctorado el 10 de marzo de 1855.

La imposibilidad de estudiar en Cuba lo alejó nuevamente de la tierra donde nació hasta su regreso a Cuba en 1857 donde convalidó su diploma de la gran Universidad de La Habana. La vida lo devolvió más tarde a Francia entre 1859 y 1861. La influencia y el desarrollo de la ciencia en Francia llevaron al científico cubano a realizar estudios de especialización y profundidad científica en suelos galos.

La profundidad del espíritu y el espíritu de Carlos Juan Finfay se ve en sus propias preocupaciones individuales. La medicina como rama del conocimiento, una ciencia de profunda complejidad y que, en el siglo XIX, junto con las filosofías, se impuso como órgano de la ciencia y su profundo conocimiento del ajedrez. Su afición por el juego lo llevó a ser el fundador del Havana Chess Club en 1855. El club reunió a los más grandes jugadores y fanáticos del juego de la ciencia, esto da testimonio de la grandeza de espíritu del muy jovencito nacido en Puerto Rico. -Príncipe.

El historial científico de Finlay es impresionante, liderando estudios a gran escala desde 1868 y otorgando una importancia suprema a una enfermedad tan contagiosa como el cólera. Mostrando y comprobando que la propagación de la enfermedad se debió a las aguas de la denominada Royal Ditch. Sus publicaciones sufrieron severamente la censura, no siendo publicadas debido al estricto régimen colonial que existe en la isla de Cuba. Sin embargo, la Real Academia de Ciencias de La Habana logró publicar esta importante obra en 1873, en medio de una década totalmente tormentosa cuando el archipiélago se encontraba en medio de la Guerra de los Diez Años.

Sus logros científicos fueron extraordinarios, lo que lo convirtió en miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas y Naturales como miembro número uno y, en 1895, miembro de mérito. También es considerado el gran descubridor de la fiebre amarilla, describiendo toda su línea de transmisión y reacciones en el cuerpo humano. En 1902, Finlay, una vez constituida la República de Cuba, fue nombrado Jefe Superior de Salud y estructuró el sistema de salud del país sobre una nueva base, lejos del modelo de salud español que se había vuelto obsoleto e ineficaz a principios del siglo XX. .

Carlos Juan Finlay murió en La Habana el 19 de agosto de 1915 a la edad de 81 años. Ese día, la medicina y la ciencia cubanas rindieron culto al científico más extraordinario del siglo XIX cubano.