Cuba: ¿por qué un partido único?

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Tomado de Granma Journal (10 de abril de 2020)

Casi tanto como la decisión de construir el socialismo y transformar las relaciones de producción burguesas-liberales, se ataca a la Revolución por la estructuración del poder estatal y por los elementos ideológicos, funcionales y normativos que acompañan a su ejecución.

En los últimos años, nuestro modelo social y económico se ha actualizado, para templarlo con las exigencias de la época y el contexto geopolítico. Es impensable repetir las fórmulas de antaño, cuando hoy prevalece un orden mundial marcado por la unipolaridad.

Sin embargo, esta actualización no socavó uno de los pilares fundamentales del socialismo cubano en materia sociopolítica: el sistema de partido único, como guía y rector de la sociedad y del Estado. La Constitución, aprobada por referéndum en febrero de 2019, y proclamada un día como hoy es un ejemplo fehaciente.

Ciertamente, existen fundamentos históricos que sustentan este sistema. Ya en el siglo XIX, aun cuando los separatistas coincidieron en la imperiosa necesidad de separar a Cuba de España mediante la insurrección armada, no existía un proyecto político uniforme que diera solución a los ya clásicos problemas que rodean la conducción de la guerra y el futuro. el establecimiento del estado soberano cubano.

La falta de unidad de las fuerzas revolucionarias fue un factor decisivo en la firma del Pacto del Zanjón, en el rotundo fracaso de la Guerra Chiquita y en el fracaso del Plan Gómez-Maceo, por citar algunos ejemplos. Por eso, José Martí pensó en la necesidad de fundar un Partido, que uniera y coordinara los esfuerzos de los patriotas independentistas y guiara una Revolución que no se limitara al éxito militar, sino que instauraría un nuevo orden, un república «con todos los pueblos del mundo y por el bien de todos. Una revolución que ni siquiera sucumbiría a los esfuerzos colonialistas por preservar el status quo, ni ante la vocación antinacionalista y lastimera de los reformistas y anexionistas.

Un Partido que ha desafiado a fuerzas poderosas dentro y fuera del ámbito nacional y social, se podría decir.

Se conocen los desencuentros entre Martí y Maceo sobre el desarrollo de la guerra, la pérdida de autoridad sufrida por el Partido tras la muerte del Apóstol, y las actitudes pérfidas y temerosas de Tomás Estrada Palma; Pero es indiscutible que el Partido Revolucionario Cubano (CPP) -fundado el 10 de abril de 1892- fue vital para el inicio de la guerra de 1995 y la consecución de un proyecto político que, aunque frustrado por la intervención norteamericana y la insuficiente asimilación de parte de el mambisado del pensamiento martiano en toda su extensión y en todo su peso, dará sus frutos años después.

La historia de la República Popular China influyó fuertemente en el proceso revolucionario, que renació con el asalto al cuartel Moncada y fue coronado el 1 de enero de 1959. Sin embargo, fue después del triunfo revolucionario cuando surgió la necesidad de unir todas las fuerzas para un mismo propósito. Primero con las Organizaciones Revolucionarias Integradas, luego con el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba y, finalmente, el Partido Comunista de Cuba (en cuyo nombre aún es válido declarar la marcada influencia del campo socialista y del Soviet), la Revolución buscó la unidad en la acción política en un país asediado por fuerzas reaccionarias del hemisferio occidental.

En la actualidad, persiste la necesidad de esta unidad de acción política, en un escenario complejo donde no faltan los falsos profetas que abogan por una regresión hacia modelos de clientelismo político y cacicazgos locales.

¿Sería viable un modelo pluripartidista en Cuba, que no sucumbe a la voluntad hegemónica de los enemigos de la Revolución? El pasado y el presente nos enseñan que la dispersión de las fuerzas políticas de izquierda, por bien intencionadas que sean, solo sirve para allanar el camino para el ejercicio del poder político público por parte de coaliciones de derecha.

En el mundo de la política, las acciones son expresiones de interés. Y el sistema de partido único es el que defiende la idea de someter la ideología de un sistema político a un solo orden de intereses: los intereses del pueblo. Y el Partido, como vanguardia organizada de este pueblo, no sólo debe interpretar y dilucidar estos intereses (en clave democrática, de acuerdo con la ley de la mayoría), sino también debe planificar estrategias que ayuden al aparato del Estado a hacer decisiones acordes con estos intereses. .

Por tanto, es relevante dilucidar los fundamentos jurídicos que sustentan estas funciones del Partido, ese rol que debe tener en la política nacional y en la compleja dinámica del sistema político cubano.

El modelo de partido único en Cuba está definido en la Constitución, que establece al PCCh como guía del Estado y de la sociedad. Pero el PCCh no tiene funciones electorales, no tiene el poder de nominar o nominar un candidato, remover un cargo administrativo o suplantar poderes estatales, como la administración de justicia o la administración pública.

El modelo de partido único no puede ser imitado del modelo de partido único o de partido único, ya que esto implicaría que el PCCh acudiría a las elecciones como única opción posible. Por otro lado, la ley cubana no requiere que seas un candidato (en ningún nivel del poder judicial público) para ser un activista. En otras palabras, el partido único es parte de un modelo político en el que lo que cuenta no es la pertenencia a una organización, sino la sumisión a los intereses y voluntades populares.

Hoy, el modelo de Partido Único es blanco de ataques por parte de la plataforma de restauración capitalista que está surgiendo para Cuba, y para ello utiliza medios impresos y digitales, propaganda en redes sociales, la creación y difusión de contenidos académicos, la distorsión de la historia y el sistema legal, etc.

La defensa que debemos hacer del rol del PCCh debe basarse en la profundización del conocimiento sobre la distinción entre Partido y Estado, como elementos del sistema político cubano, la diferenciación de las funciones del partido (en todos sus diferentes niveles). ) y la promoción de investigaciones que aporten sustento científico a la defensa de esta faceta distintiva de nuestra realidad política y social.

Al celebrar un año de la promulgación de la actual Constitución y otro aniversario de la primera Carta Magna que tuvo en armas la República de Mambisa, Cuba se encuentra sumida en una contingencia epidemiológica que parece abarcar casi cualquier ámbito de discusión o reflexión. Sin embargo, más allá de este presente lleno de desafíos, está el futuro y la inmensa responsabilidad que tenemos de pensar en Cuba y su sistema político. El Partido y el Estado de Derecho socialista son, en este sentido, cuestiones centrales que siempre hay que defender y mejorar.

Detalles

Cerca de nueve millones de personas asistieron a las más de 133.000 reuniones. Se puede decir que esta no fue una simple asistencia, sino que de manera consciente, responsable y gratuita, todos pudieron presentar sus criterios, lo que también contribuyó a elevar la cultura jurídica de los ciudadanos. Se realizaron más de 1.700.000 intervenciones, lo que dio lugar a unas 783.000 propuestas.

El pueblo, con su participación, se ha convertido en el verdadero constituyente. Bastaría repetir que, por aportación popular, el proyecto experimentó variaciones en casi el 60% de sus artículos.

Es significativo que la mayoría de los cubanos que votaron pertenecen a las generaciones nacidas después del triunfo revolucionario, lo que refleja la fuerza y ​​continuidad de nuestros principios.

Los resultados del referéndum son una prueba inequívoca de esta afirmación. El 90% de los ciudadanos con derecho a voto acudieron a las urnas, y entre ellos, el 86,85% votó a favor, cifra que a su vez representa el 78,3% de todos los compatriotas con derecho a voto, con quienes se ratificó la nueva Constitución de la República.

El 95,85% de los votos válidos también fueron relevantes y solo el 9% votó en contra. En cuanto a esta última información, en todo caso, no significó un rechazo al contenido general de la nueva Constitución, sino que obedeció a criterios contrarios en temas específicos.

Cuba ha demostrado, una vez más, que a partir de mecanismos democráticos basados ​​en el derecho a la autodeterminación, es posible consolidar su sistema socialista como una alternativa viable en un período de escalada de agresiones en el país. El imperialismo, que intenta desacreditar opciones progresivas para el desarrollo.