Emilia de Córdova Rubio, nacida en la estancia San José, en el municipio de San Nicolás en 1853, perteneció a esa generación de cubanos, marcada por la crisis del modelo colonial y el estallido del ciclo independentista desde el siglo XIX hasta el siglo XIX. finales de la Sexta Década del Siglo. Al cumplirse hoy el 102 aniversario de su partida física, no debe pasarse por alto la importancia de esta valerosa mujer en los destinos de la Cuba de fines del siglo XIX y principios del XX.
En un sugerente artículo de Julio Villoldo, titulado “Estatuas y monumentos en los parques”, el escultor cubano retoma una idea del intelectual español Manuel Bueno: “La estatua sustituye al muerto en vida, y de ese modo, el gran capitán, el poeta, el músico o el estadista, que emigran de la tierra, continúan siendo, aunque en el silencio y en la inmovilidad, seres familiares con quienes tropezamos todos los días»[1] Diez años antes de la publicación de este texto, una estatua de una mujer sentada fue descubierta en una céntrica plaza de La Víbora. Todo un acontecimiento en un momento de auge expansivo de los proyectos pro-monumento dedicados a personalidades masculinas. La obra, del artista plástico italiano Ettore Salvatore, representaba a la patriota habanera Emilia de Córdova Rubio y decidió emplazarla frente a su casa natal.
¿Quién era esta mujer representada en este monumento de casi un siglo de antigüedad? Periodistas y estudiosos han proporcionado valiosas referencias a su vida y obra desinteresada. En 1945, Frank Guiral, colaborador de la revista pósters, publicó un significativo artículo ilustrando el valor de la obra de Emilia, entonces historiadores, museólogos, periodistas, pedagogos y estudiantes locales se interesaron en despertar del silencio a la legendaria patriota.
Al cumplirse hoy el 102 aniversario de su partida física, no debe pasarse por alto la importancia de esta valerosa mujer en los destinos de la Cuba de fines del siglo XIX y principios del XX. Nacida en la hacienda San José, en el municipio de San Nicolás en 1853, perteneció a esa generación de cubanos, marcada por la crisis del modelo colonial y el estallido del ciclo independentista desde el siglo XIX hasta fines del siglo VI. decada del siglo.
Cierto es que la falta de aproximaciones historiográficas hace que determinados hechos o actividades del patriota cubano apenas se mencionen sin el adecuado soporte documental. Por ejemplo, su activa correspondencia con el mambisado durante la guerra de diez años, gesto en el que participó su padre, y que derivó en su deportación junto a su familia, a Isla de Pinos. Sin embargo, este familiar activismo revolucionario debe ser tomado en cuenta para comprender las bases formativas del pensamiento de Córdova; profundamente humanista. Sus primeras proyecciones antiesclavistas, que la llevaron, aún adolescente, a interceder a favor de los esclavos negros que sufrían los castigos y rigores de la plantación, son reflejo de los valores y principios éticos, sustentos de su quehacer político. .
Su itinerario patriótico incluye su participación en la organización del levantamiento armado del 24 de febrero en Ibarra, en la provincia de Matanzas., aunque su nombre no suele aparecer en relatos relacionados con este trascendental suceso, cuyo fatal desenlace se conoce. En cualquier caso, fue solo el comienzo del activismo independentista que incluía asegurar alimentos y municiones para los soldados en el campo. El generalísimo Máximo Gómez valoró muy positivamente su gestión logística, lejos de ser simple, pues debió operar principalmente en el complejísimo territorio habanero.
Incluso logró entrar en las mazmorras donde los compañeros de prisión debían ayudarlos con ropa y comida, «cruzando sola, totalmente sola, en una pequeña guadaña para llegar a la fortaleza». Según información de Guiral, fue tanta la intrepidez de doña Emilia que intervino ante el capitán general Valeriano Weyler para que le conmutaran la pena de muerte a un militar cubano capturado tras sufrir varias heridas, gestión que ha dado sus frutos al suspender la pena máxima y El detenido fue entregado a la prisión de Chafarinas.
Pero como “tanto va el cántaro a la fuente que acaba rompiéndose”, el activismo y el atrevimiento de Emilia empezaron a resultar demasiado incómodos para las autoridades españolas, hasta el punto de que acabaron decretando su expulsión de Cuba.
En las comunidades cubanas de Cayo Hueso continuará su labor con otras importantes cubanas unidas en clubes patrióticos. Su casa sirvió de refugio a muchos refugiados cubanos, al mismo tiempo que activaba la fundación de organizaciones y movilizaba con gran ingenio la recaudación de fondos para la guerra: «Estos juegos de béisbol organizada por ella, que tuvo repercusión en Cayo Hueso, y en la que se enfrentaron los bandos Azul, Rojo y Carmelita, dejando jugosas ganancias que aumentaron los fondos de la Junta Revolucionaria de Nueva York”.
Identificada desde temprana edad con las causas humanitarias, decidió enrolarse como voluntaria en la Cruz Roja Americana dirigida por su fundadora Clara Barton, luego se trasladó a Cuba tras la intervención estadounidense en la guerra hispano-cubana en 1898. .
Tras la firma del armisticio y el posterior Tratado de París, en virtud del cual Cuba fue ocupada militarmente por los Estados Unidos, el patriota se dedicó a la protección de los veteranos y emigrantes desprotegidos. Fue en este convulso escenario que la bienhechora proyectó otra de las iniciativas más importantes de su historia revolucionaria, al exigir y conseguir del gobernador militar John Brooke que las cubanas fueran admitidas como empleadas en funciones públicas. Mientras tanto, mantuvo su puesto de mecanógrafa con el ex Secretario de Obras Públicas hasta su muerte el 13 de enero de 1920. Pero hizo más. Es su voluntad que los familiares se repartan los últimos dos meses de los bienes que les correspondieron después de su muerte, entre el Consejo Nacional de Veteranos y la Asociación Nacional de Emigrantes Revolucionarios.
“¿Dónde están sus restos mortales? Aquí hay una pregunta dolorosa, porque la respuesta es patéticamente triste. […] su humilde sepulcro es sólo una cruz de madera, medio destruida, sobre un montículo de tierra cubierta de hierba… y de olvido” – así se refirió a sí mismo Guiral al concluir su obra. Más de siete décadas después, la estudiante de periodismo María Karla González, tras una exhaustiva investigación sobre la vida de Emilia, llegó a la tumba de la benefactora: “Sus restos reposan en la necrópolis de colón, donde ninguna identificación marca el lugar de la muerte. defensora de las reivindicaciones sociales y políticas de la mujer cubana.[2] En efecto, todavía quedan deudas por saldar con esta valiente mujer, símbolo de la devoción por las causas más nobles.