Como todos los revolucionarios caídos en sus puestos de combate, Mella se ha convertido en un símbolo
El 10 de enero de 1929, el líder estudiantil Julio Antonio Mella fue asesinado en la esquina de las calles Abraham González y Morelos en la Ciudad de México. En ese momento lo acompañaba la fotógrafa revolucionaria Tina Modotti. «¡Machado me mandó a matar!» «¡Muero por la Revolución!», fueron sus últimas palabras. El drama de este evento se reflejó en la edición del mismo día publicada por el machete, órgano de los comunistas mexicanos, y en el que había colaborado Mella.
La primera bala atravesó el codo izquierdo y el intestino; el segundo perforó un pulmón. Los secuaces del dictador lo habían seguido hasta la capital azteca y así terminó una exitosa y valiente existencia.
Administrador y periodista en la revista universitaria alma mater de 1922 a 1923. En enero de 1923, a los 20 años, ya era líder de la lucha estudiantil por la reforma universitaria y fundó la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). En octubre de 1923 organizó y dirigió el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, y en noviembre inauguró la Universidad Popular José Martí, con el objetivo de “dar formación política y académica a los trabajadores y vincular la Universidad a las necesidades de los oprimidos”.
En 1924 publicó un folleto titulado “Cuba, un pueblo que nunca ha sido libre”, dividido en varias partes: “El imperialismo yanqui siempre ha sido enemigo de la independencia de Cuba”, “La soberanía de Cuba ante la ley política”, “La Enmienda Platt”, y “Otras manifestaciones del dominio yanqui en Cuba. “El 16 de junio de 1925, a la edad de 22 años, fundó, con Carlos Baliño, el Partido Comunista de Cuba, del cual fue el primer secretario de organización.
En otras palabras, tenía suficientes credenciales revolucionarias en su respaldo para ser declarado enemigo del dictador Gerardo Machado Morales.
En 1926 fue expulsado de la Universidad de La Habana por sus acciones revolucionarias contra la dictadura de Gerardo Machado y detenido por las fuerzas represivas. En prisión, hace una huelga de hambre indefinida.
El Comité Mella Pro-Libertad lanzó una campaña para liberarlo, se sintió la presión nacional e internacional y fue liberado el 23 de diciembre del mismo año. Luego se embarcó rumbo a Honduras y se exilió en México, donde se vinculó al movimiento revolucionario continental e internacional del que fue designado secretario general, cargo de dirección desde el cual tomó contacto con revolucionarios y demócratas de toda la región y promovió preparatorias. Actividades para un evento internacional. En febrero de 1927 asistió al Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, realizado en Bruselas, donde se puso en contacto con revolucionarios y luchadores anticolonialistas y organizaciones progresistas de todo el mundo.
Según Raúl Roa, “como todos los revolucionarios que han caído en posiciones de combate, Mella se ha convertido en un símbolo. Por lo tanto, sigue siendo útil después de la muerte, como él mismo lo solicitó. Por eso, su nombre es para nosotros hoy una bandera que ondeamos en las calles contra la burguesía y el imperialismo y que llevamos clavada en el pecho. En rigor, no hay mayor recompensa para el revolucionario fallecido que la de seguir sirviendo a la causa de la tumba. «