La alegría era inmensa, no importaba el color de piel, la profesión, la fe religiosa, el sexo o la edad. Un sentimiento mayor: ser cubano borraba cualquier diferencia que hasta entonces había separado a unos de otros en la Cuba de la época.
Después de haber recorrido más de mil kilómetros por carretera desde que partió hacia Santiago de Cuba en la madrugada del 2 de enero de 1959 y sorteando muchos obstáculos en el camino, provocados por la propia guerra que acaba de terminar, el día 8 llegó a La Habana la Caravana de la Libertad. triunfalmente al mando de su líder, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
No más paso por caseríos, pueblos y ciudades, entrega de guarniciones; charlas, discursos y visitas imperdibles aunque no fueran por el camino que los llevaría a la capital, como las realizadas en Cienfuegos y Cárdenas, así como los encuentros del líder con su pueblo y del pueblo con su jefe.
La Habana esperaba con ansias este momento; A medida que la Caravana avanzaba hacia el oeste, también crecía el entusiasmo y la expectativa, miles y miles de habaneros querían rendir un merecido homenaje a Fidel ya los protagonistas del triunfo, como ya se había hecho en todo el país. La marcha fue lenta, tensa y bajo presión popular.
La alegría era inmensa, no importaba el color de piel, la profesión, la fe religiosa, el sexo o la edad. Un sentimiento mayor: ser cubano borraba cualquier diferencia que hasta entonces había separado a unos de otros en la Cuba de la época.
Che y Camilo, por orden expresa de Fidel, tomaron los campamentos militares de La Cabaña y Columbia, respectivamente, e instalaron allí nuevos métodos y mecanismos de orden y control; El gobierno provisional estaba instalado desde hacía días en el Palacio Presidencial y tomaba decisiones de interés popular, el enfrentamiento con las fuerzas opositoras había adquirido carácter de apoyo revolucionario y había cesado la huelga general revolucionaria, convocada por Fidel. Las comisarías estaban bajo el control de las fuerzas del Movimiento 26 de Julio. En este contexto, el marchar hacia la capital con las tropas de veteranos de la Sierra Maestra, tanques y artillería, para que se cumpla la voluntad del pueblo.
Ya en territorio de la provincia, en El Cotorro, Fidel se encuentra con su hijo Fidelito, en la Virgen del Camino, Camilo Cienfuegos se suma a la comitiva. Frente al edificio de la Armada, adosado al muelle, se encuentra el Abuela; Fidel sale del tanque, entra al yate y su comitiva detrás de él. La Caravana se desvía por la Avenida de Las Misiones y llega al Palacio Presidencial. Desde la terraza norte, se dirige a la enorme multitud que lo esperaba desde la madrugada. En sus palabras, señaló, que si fuera por amor, el lugar que yo quisiera vivir sería el Pico Turquino porque ante la fortaleza de la tiranía opusimos invictos hasta ahora a la fortaleza de nuestras montañas. Y agregó: Sin embargo, yo quiero que la gente vaya a Colombia, porque ahora Colombia es del pueblo. Y que los carros que ahora son del pueblo, vayan a la vanguardia del pueblo, guíen el camino. Nadie impedirá la entrada y nos reuniremos allí.
Al finalizar el discurso, la Caravana regresa al Malecón y sube por la calle 23. Frente al edificio de Radiocentro, Fidel saluda a un grupo de artistas y conversa brevemente con ellos. En medio de la alegría de la ciudad que lo acompaña en la música, continúa su viaje hacia Marianao hasta el campamento militar de Columbia. La llegada es maravillosa. Desde el polígono de la gran fortaleza militar, el líder de la Revolución se dirige al pueblo cubano.
Un discurso cargado de definiciones, aclaraciones y principios de lo que sería en adelante la Revolución y de lo que el pueblo podía esperar de su conducta. Al respecto, dijo: “El pueblo, el pueblo ganó la guerra. Esta guerra la ganó solo el pueblo, y lo digo por si alguien piensa que la ganó, o algunas tropas piensan que la ganaron. Y entonces, por encima de todo, está la gente. Pero hay algo más, no me interesa la Revolución como persona, ni otro comandante como persona, ni el otro capitán, ni la otra columna, ni la otra compañía; La Revolución se interesa por el pueblo. Quien gana o pierde con ella es la ciudad”.
Al mismo tiempo, advirtió: “También sé que nunca más en nuestra vida seremos testigos de tal multitud, excepto en otra ocasión, cuando estoy seguro de que las multitudes se reunirán de nuevo, y ese es el día en que morimos, para nosotros, cuando nos tienen que llevar. a la tumba, ese día, se reunirán tantas personas como hoy, porque ¡nunca defraudaremos a nuestro pueblo!«
Hoy, a 63 años de los hechos, recordamos esta acción político-militar y recordamos la tradición popular de rendir un merecido homenaje a las caravanas de la época. En ellos y en el nuevo relevo generacional, ¡Cuba Vive!