Los primeros días de la victoria

El 1 de enero de 1959 fue un día decisivo para la Revolución cubana, pues no sólo se logró la victoria, sino que se tomaron decisiones fundamentales para consolidarla. En horas de la madrugada, el alto mando rebelde, encabezado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, conoció los primeros indicios del derrumbe político-militar y moral del régimen dictatorial y de la huida de Fulgencio Batista. Junto a esta noticia se recibieron rumores, y luego confirmación, de que en La Habana se había producido un traidor intento de golpe de Estado.

El día anterior, 31 de diciembre, el comandante Ernesto Che Guevara había tomado la estratégica ciudad de Santa Clara y el comandante Camilo Cienfuegos derrotó al ejército en la Batalla de Yaguajay. En el oriente cubano, la suerte de la dictadura se decidió con las victorias de los rebeldes en Maffo, Guisa, Contramaestre, entre otras regiones que habían quedado bajo el control de frentes y columnas guerrilleras.

El golpe fue preparado por un general del ejército, que violó un acuerdo previo alcanzado con Fidel, en connivencia con la embajada de EE.UU., que pretendía imponer al magistrado superior de la Corte Suprema de Justicia en la presidencia provisional. Esta traicionera acción estuvo acompañada de la expulsión de la prisión de Isla de Pinos de un soldado opositor, hombre vinculado a la CIA, para que tomara el mando del derrocado ejército constitucional. Fidel, anticipándose a la maniobra, advirtió que el único soldado que asumió el mando militar en el campamento militar de Columbia y que podía comunicarse con él era el comandante Camilo Cienfuegos.

Tal intentona golpista fracasó, porque no hubo consenso ni siquiera entre el resto de los magistrados y porque la acción de las milicias urbanas del Movimiento Revolucionario 26 de Julio no le dejó espacio ni tiempo para prosperar. Ante tales hechos, la dirección política de la insurrección armada y popular decidió tomar de inmediato Santiago de Cuba, avanzar y entrar en la capital de la República de la Guerrilla Columnas N° 2”antonio maceo«Y n° 8»Ciro Ronda», dirigida por Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara, respectivamente. También ordenó a los jefes de frentes y columnas obtener la rendición de todas las ciudades, pueblos y guarniciones.

Finalmente, como colofón de las acciones que definirían la victoria revolucionaria, Fidel Castro, en la mañana del primer día, convocó a todos los trabajadores y al pueblo a una huelga general revolucionaria. Afirmando en su llamamiento que, «[…] ¡La historia del 98 no se repetirá! ¡Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba! «. Ese mismo día fue conquistada la oriental ciudad de Santiago de Cuba, gracias a la rendición pacífica e inevitable de la guarnición del cuartel Moncada.

En La Habana, la rapidez con que las dos columnas rebeldes invasoras entraron en La Habana hizo que los conspiradores contrarrevolucionarios no pudieran reaccionar. El control militar y político asumido en el campamento de Columbia y la fortaleza de Cabaña era una garantía inequívoca de que el antiguo poder militar se había derrumbado. A esto se suma la multitudinaria y estrepitosa huelga general de trabajadores y la huelga popular que paraliza prácticamente todo el país. El apoyo irrestricto de la mayoría de las masas populares sumó a la victoria político-militar y moral.

El 3 de enero se aclara la situación política y militar para la alta dirección de la Revolución. Ese mismo día quedó constituido el Gobierno Provisional Revolucionario, al celebrarse la primera reunión del Consejo de Ministros en Santiago de Cuba, que también había sido elegida temporalmente como capital del país. Posteriormente, el día 5, el Consejo de Ministros se trasladó a la capital. Para esta fecha, el Comandante en Jefe Fidel Castro dispuso que el viaje del Oriente al Occidente de Cuba se realizara con trascendencia política y bajo el nombre de “La Caravana de la Libertad”.

La llegada de Fidel a La Habana el 8 de enero fue maravillosa. En su discurso en el campamento militar de Columbia, habló de la necesidad de la unidad de todas las fuerzas revolucionarias. La idea tenía sentido para esos momentos, pero también estratégica. No podía haber lugar frente a ambiciones y estúpidos protagonistas que llevarían a escisiones entre revolucionarios, lo que daría margen de maniobra al imperialismo yanqui.