El primer impacto fue definitivo. El temblor tuvo la intensidad de un amanecer en la plenitud del sol. Desde la cabaña, la mujer ofreció el saludo de bienvenida y una sonrisa. La limpieza parecía casi simbiótica y pudo recostarse en el asiento, ya que experimentó que estaba flotando en el camino que cruza la tortuosa avenida de Santa Catalina hacia el Vedado.
Ni un bache ha sacudido a este vehículo que, además, parecía blindado contra las frenadas y rebasamientos de muchos pilotos decididos a demostrar la potencia de sus máquinas como si el objetivo de adelantar a toda costa, al estilo de las competiciones profesionales de Fórmula 1, fuera el objetivo. de tráfico entre las concurridas calles de La Habana.
Nada molestó a los pasajeros de este viaje que pudieron disfrutar del ambiente de la ciudad, en especial al sexo masculino que parecía atónito por la belleza física y las buenas costumbres que irradiaba el conductor del GAZelle.
Más allá del toque picaresco de la testigo que le escribió a la redacción de Tribuna de La Habana, en la carta -electrónica- llegó el reconocimiento explícito de la Macorina moderna, incluso con un toque de simpatía por las mujeres que toman el volante de un auto. y manillares de motocicletas y «motorinas».
Aseguró que son mejores conductores que los hombres cuando demuestran la profesionalidad de lo aprendido. y, por supuesto, con raras excepciones, muestran la capacidad de comportarse de manera notable; a pesar del criterio cavernícola de estos conductores que parecen cazar un mamut y olvidan el código de circulación como norma a seguir por el bien de todos.
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