Poco a poco, como la batalla contra el COVID-19 parece estar impidiendo que el Sars-CoV-2 reduzca la capacidad de su carácter letal, no son pocas las plazas, parques o calles donde el fútbol de calle apasionante toma su lugar.
Se podrían mencionar varios de estos escenarios: el Parque de La Normal, en el municipio de Cerro; la zona deportiva de Pedroso y San Joaquín, en territorio propio; el aparcamiento de la sala polivalente Ramón Fonst; el Parque de la Rotonda del Túnel de La Habana, donde se levanta el monumento ecuestre de Máximo Gómez…, son quizás de los más fáciles de ver para el transeúnte casual, pero a lo largo de la geografía capitalina hay muchos lugares.
La presencia del fútbol, y toda la improvisación y creatividad que ha hecho posible transformar establos y solares baldíos en canchas, han demostrado cómo el deporte fascina a niños, adolescentes, jóvenes y más de un veterano.. Al mismo tiempo, llamó la atención sobre el vigor de esta práctica que en los últimos años ha desplazado modalidades afines al béisbol, como el «cuatro esquinas», el «taco» o «la chapita».
Las causas de este «desplazamiento» son innumerables, aunque no sea el objetivo de este trabajo evocarlas, sino destacar -una vez más- todos los puntos positivos que genera esta pasión por el blanco y negro en toda la ciudad.
Afortunadamente para estos miles de fanáticos de Messi o CR7, el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación notó tal entusiasmo y organizó, en 2018, el primer festival de fútbol callejero 3×3, una experiencia que se repitió un año después.
En ambos casos, la participación fue masiva. En el primer año compitieron 344 jugadoras en 86 equipos, algunos compuestos por niñas y otros mixtos; mientras que en la segunda competición, el llamamiento fue menos publicitado y el número de futbolistas descendió a 184 (46 elencos).
Más allá de estos números, lo cierto es que se ha logrado el objetivo de crear un ambiente fraternal entre los practicantes, de promover el juego limpio y la integración. Por estas razones, y porque de tanta masa están surgiendo innumerables talentos, vale la pena seguir estos festivales.
La desastrosa COVID-19 no permitió el desarrollo de otro de estos torneos en 2020, cuando ya teníamos pensado organizar eliminatorias y finales por toda Cuba. Esto tampoco fue posible en 2021, pero tantos resultados positivos obligan a no abandonar el magnífico proyecto en 2022 del que el fútbol podría volver a ser protagonista, tanto en Qatar como en La Habana.
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