La edad del maestro no importaba. Sus 16 años no impidieron que una muerte brutal truncara su corta vida. Pedro Lantigua, su discípulo, era un revolucionario buscado por las bandas que operaban en el Escambray, miliciano activo en la lucha contra la contrarrevolución, y lo apoyó hasta su último aliento.
Fue el 26 de noviembre de 1961 que los bandidos irrumpieron en la choza del campesino Pedro Lantigua Ortega, donde se hospedaba un joven alfabetizador, y preguntando por la identidad del niño que se encontraba allí dijo sin dudarlo:! «. El coraje que brindó la respuesta del joven aumentó la indignación de los bandidos, quienes lo atacaron a él y a Pedro de la manera más brutal y cobarde.
A los bandidos les importaba poco la edad del profesor. Sus 16 años no impidieron que una muerte brutal truncara su corta vida. Pedro Lantigua, su discípulo, era un revolucionario buscado por las bandas que operaban en el Escambray, miliciano activo en la lucha contra la contrarrevolución, y lo apoyó hasta su último aliento.
Las palizas y las torturas no fueron suficientes, por lo que decidieron colgarlos con alambre de púas. Para todos los guajiros, esto debería ser un ejemplo, ya que los rebeldes hicieron todo lo posible para sembrar el terror y evitar el éxito de la campaña.
La noticia se extendió como la pólvora y fue hecha pública por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, líder histórico de la Revolución Cubana, quien, entregando detalles, dijo: «El niño se llamaba, o se llama y siempre se llamará Manuel Ascunce Domenech. «.
El héroe adolescente nació el 25 de enero de 1945 en Sagua la Grande, ubicada en la ex provincia de Las Villas, pero a los dos años sus padres lo llevaron a residir en el distrito Luyanó de La Habana. Allí estudió hasta el bachillerato, antes de dar su aporte como alfabetizador.
Fue un voluntario y entusiasta integrante de las Brigadas “Conrado Benítez”, integradas principalmente por niños y niñas, algunos casi niños y también maestros experimentados, dispuestos a hacer una hermosa cruzada contra la ignorancia en todo el país. Y no fue un esfuerzo pequeño para quienes, como Manuel, un día decidieron renunciar temporalmente al calor y el cuidado del hogar, su colegio, las comodidades de la ciudad, para cumplir el sueño de hacer algo. De grande y bueno para el pueblo. patria, en beneficio de sus compatriotas más humildes.
Se dice que Ascunce solo había vivido allí una semana, porque había cambiado de lugar generosa y voluntariamente con una compañera de las brigadas para aliviarla de la distancia y el aislamiento. Durante el día, asiduo como pocos, ayudaba con las labores del campo y por la noche daba lecciones a la luz de los faroles.
Los autores del horrendo crimen que lamentó y conmovió al pueblo cubano fueron luego capturados, juzgados y el peso de la justicia revolucionaria recayó sobre ellos.
Los asesinos pudieron haber creído que con este doble crimen los demás miembros de la brigada abandonarían la campaña, pero ninguno abandonó su puesto; Al contrario, solo reforzó la conciencia revolucionaria de estos jóvenes que se proponían cumplir a toda costa el compromiso contraído con el país y con Fidel.
El 22 de diciembre de 1961, en la Plaza de la Revolución de La Habana, Cuba fue proclamada tierra sin analfabetismo, finalizando así la campaña nacional de alfabetización con una contundente victoria., que abrió un mundo nuevo y prometedor al pueblo cubano, gracias a la movilización y sacrificio de la juventud. La sangre de Manuel Ascunce Domenech, Pedro Lantigua Ortega, Conrado Benítez García y otros que, como ellos, ofrecieron su vida, no se derramó en vano.